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El asesino de Levante

Volver a los anales de la alianza

En donde se relata el extraño encargo de Enrico Mauroceni y la respuesta que le diera mi señora Thubayta Al-Shafiyya

Siendo el décimo día del mes de marzo del Año de la Encarnación del Señor de MCCXXI, arriba al palacio de Nikerites un enviado del veneciano Enrico Mauroceni preguntando por mis señores Eric d’Ancelin y Kóstas Allectoros o Émporos. Debido a la ausencia de ambos, habiendo partido en la Maia y la Celeno un mes ha, mi señora Thubayta Bint Al-Hasan Al-Halqa Al-Shafiyya Ex Miscellanea recibe al emisario, que dice ser el hijo del propio Enrico y traer una invitación de su padre para que le visiten en su palacio, para hablar respecto a la próxima coronación del Emperador.

Mi señora, considerando prudente atender la petición de tan importante señor, acude a visitar al veneciano, quien le comunica que desea extender a mis señores una invitación para atender a la coronación del Emperador, a finales de mes. Le comunica también el latino que hay un asunto que le preocupa: según le ha sido comunicado por el podestá veneciano Jacopo Tiepolo, el futuro Emperador Robert de Courtenay, segundo hijo de la difunta Emperatriz Regente Yolanda, llegará a Constantinopla de los Mil Puertos el vigésimo tercer día del mes, para ser coronado en el vigésimo quinto. El podestá le ha encargado a Mauroceni que vele por la seguridad del futuro Emperador hasta su coronación, ya que el Doge de Venecia Pietro Ziani teme que pueda ser objeto de un atentado contra su vida. Explica Mauroceni que desea solicitar los servicios de mis señores para asistir en la protección del futuro Emperador, ya que le ha sido comunicado que un vidente ha alertado al Doge que un asesino sobrenatural vendrá del Levante para acabar con su vida antes de que sea coronado. Afirma que el Doge ya ha asegurado la protección de Robert de Courtenay durante el viaje hasta la Capital Imperial, pero que ha encargado al podestá Tiepolo que garantice su seguridad a partir de este momento. Mauroceni afirma que la seguridad física del futuro Emperador está ya provista, pero que desea garantizar también su seguridad ante amenazas de una naturaleza mística, para lo que considera que los servicios de mis señores serán de gran utilidad.

Despierta especialmente el interés de mi señora Al-Shafiyya la información que le proporciona Mauroceni, que la lleva a pensar que el asesino del que hablan los venecianos pueda tratarse de un miembro de la secta islámica a la que mi señora llama Nizari Isma’ilis, también conocidos entre nosotros los cristianos como Hashishiyyin o Asesinos. Mi humilde intelecto de escriba no me permite seguir el razonamiento por el que mi señora, más docta y entendida que yo en estos menesteres, alcanza esta conclusión, pero sí puedo ver claramente que la mera mención de la secta provoca en ella un gran rechazo, y que muestra un claro interés en acabar con este asesino venido de las tierras infieles del Islam.

A cambio de este servicio, ofrece el veneciano a mi señora Al-Shafiyya asegurarse de que la casa comercial Allectoros figure como aventura comercial conjunta con mi señor d’Ancelin y, gracias a la condición de este de noble franco, eximir por tanto a la casa Allectoros de los gravámenes adicionales que tan injustamente lastran a los comerciantes griegos, y que resultan actualmente, en el caso de nuestra casa comercial, en el pago de una de cada cinco hyperpyra obtenidas como beneficio.

Aceptando el encargo del veneciano, mi señora obtiene de este unos poderes del podestá Jacopo Tiepolo para inquirir en los asuntos sobre los que este tiene autoridad, y un listado de los navíos que han recabado en alguno de los puertos de Constantinopla desde el otoño pasado hasta hoy. Tras cribar la lista descartando aquellos que no provenían de las tierras del Levante, queda mi señora con tan solo tres embarcaciones, la San Pietro, la Aquila Coronata y la Orgullo del Piélago, siendo las dos primeras navíos comerciales venecianos, mientras que la tercera es una nave comercial griega.

Se dirige mi señora, en compañía del guía Khalid, al Puerto de Neòrion, junto al barrio veneciano, donde atracan todos los navíos de dicha nacionalidad. Allí comprueba los manifiestos de carga de ambos bajeles, así como los listados de pasajeros y tripulación, comprobando que ninguna de las embarcaciones llevaban pasajeros a bordo, ni tripulantes que quedaran en Constantinopla. También constata que la San Pietro se encuentra todavía en la ciudad, mientras que la Aquila Coronata ha partido ya. A continuación mi señora se presenta en el Puerto de Teodosio, donde desembarcara en su día la Orgullo del Piélago, llevando a cabo las mismas comprobaciones, y averiguando que esta sí portaba pasajeros desde Levante: dos caballeros francos de nombres Raymondo y Denis. También averigua que el navío se encuentra todavía en la ciudad, y se pone en contacto con el capitán del mismo, maese Androcles.

Mientras se entrevista con el capitán Androcles, mi señora identifica en él a un creyente musulmán cuyo auténtico nombre musulmán es Usama ibn Yusuf Ir-Harim, en árabe Usuma, hijo de Yusuf, de la ciudad de Harim, que oculta su fe acogiéndose a la taqiyya, una doctrina islámica que permite la ocultación de la fe en situaciones de peligro. Tras identificarse ella misma como musulmana, el capitán Androcles le indica que los caballeros Raymondo y Denis eran también creyentes, que sus verdaderos nombres eran Ridwan y Dawud y que le preguntaron por una mezquita en la ciudad a su llegada. Él les dirigió a la mezquita de Mezar ’Eba’h, en árabe el Santuario del Manto, que se encuentra oculta tras la apariencia de una tienda de cuero, y cuya dirección proporciona a mi señora.

Una vez llegada a la mezquita de Mezar ’Eba’h, mi muy noble señora habla en privado con el imán Ibrahim ibn Ibrahim abu Mahmud Nur al-Din al-Imami cuyo nombre, según mi señora, quiere decir Ibrahim, hijo de Ibrahim, padre de Mahmud, Luz de la Fe, el Imán. Durante la conversación, y gracias en parte al aviso de Nychta, el cuervo del guía Khalid, mi señora se da cuenta de que hay tres djinn presentes en el patio, donde un hombre de una cierta edad está predicando un sermón a la congregación. Uno de estos djinn tiene el aspecto de una muchacha árabe joven, pequeña y de una gran hermosura portando una kemençe, otro de ellos tiene el aspecto de un guerrero árabe con una cimitarra y el tercero tiene el aspecto del torso de un hombre gigantesco con piel roja y una cara monstruosa con cuernos que surge de un imponente remolino de arena rojiza.

Sospechando que pueda tratarse de Ridwan, inquiere al imán Ibrahim respecto a este. El imán le responde que Ridwan lleva años en la comunidad, pero no es capaz de recabar detalles de su presencia anteriores a la fecha de llegada de la Orgullo del Piélago y, ante estas sospechas, logra romper el velo que la hechicería pagana de Ridwan había corrido sobre sus recuerdos: efectivamente, se trata de un hechicero sahir que, utilizando los poderes de la Narración Salomónica, ha falseado los recuerdos de la congregación de la mezquita, haciéndoles creer que tanto él como Dawud son fieles de la congregación desde su nacimiento.

Sin albergar ya ninguna duda sobre la identidad de los Naziri Isma’ili, mi señora pondera la con el imán Ibrahim la posibilidad de enfrentarse a ellos directamente, pero ambos desestiman dicho curso de acción por miedo a descubrir a la comunidad islámica oculta en la mezquita. Ibrahim al-Imami le explica a mi señora Al-Shafiyya que Ridwan no abandona nunca la mezquita, pero que sin embargo Dawud se marcha cada día, volviendo al anochecer. También le explica que Dawud hace abundantes donativos para la comunidad, y ayuda con sus conocimientos médicos a los fieles, con la ayuda ocasional de Ridwan en los casos más difíciles. Antes de marchar, mi señora escucha el sermón de Ridwan, comprobando que se trata tal y como temía de un conjuro de Narración Salomónica, mediante el cual el infame Naziri está exhortando a los fieles a atacar al nuevo Emperador durante la coronación.

Encarga entonces mi señora al sicario Theoclymenus que siga discretamente a Dawud, tarea que este lleva a cabo con diligencia y eficacia. Comprueba así que Dawud trabaja cada día en los campos del barrio del Ta Olympiou y ayuda a la mezquita después del trabajo, donando posteriormente sus ganancias en el campo a la mezquita. Sin embargo uno de los días que Theoclymenus sigue a Dawud observa que este se dirige, tras trabajar en el campo, al Hipódromo. Allí, en vez de quedarse a presenciar las carreras de cuadrigas, Dawud se cuela sin ser visto por un túnel secreto, a donde Theoclymenus le sigue. El musulmán sigue el túnel, bajo la ciudad, hasta la Catedral de Haghia Sophia, donde el pasaje secreto desemboca en una de las balconadas ocultas de la inmensa cúpula de la nave central, directamente sobre el altar principal donde tendrá lugar la coronación del Emperador. Theoclymenus percibe que el lugar está imbuido de una propensión a la ira pero, a pesar de su gran habilidad para ver aquello que no puede ser visto, no localiza ningún djinni que pueda ser responsable de ello.

Unas horas después, y de forma privada, el sicario constata también que los túneles no solo conectan el hipódromo con la catedral, sino que se bifurcan en varios pasadizos más, uno de los cuales permite acceder al Gran Palacio Imperial, tras franquear una puerta cerrada, desembocando en unos baños termales y en un pasillo del interior del palacio, cuya situación exacta no logra determinar.

Alertada por la situación, y sin un curso claro de acción que permita mantener a salvo a los fieles de la mezquita de Mezar ’Eba’h, mi señora Al-Shafiyya se reúne con los nobles magi Teodoreto de Criamon y Artoud de Criamon, de la alianza de Xylinites, con los cuales consulta el curso de acción a seguir. Estos informan a mi señora que los sahir musulmanes deben ser exterminados, ya que la Orden de Suleyman es enemiga de la Orden de Hermes, pero que no puede realizarse como un encargo de Enrico Mauroceni, ya que esto incurriría en un delito de hechicería de corte. Aconseja por tanto a mi señora que rechace aceptar pago alguno del veneciano, asegurándole que el Tribunal recompensará un servicio a la Orden como es la destrucción de enemigos infiltrados en nuestro territorio.

En el treceavo día del mes de marzo, mi señora se dirige de nuevo al palacio de los Mauroceni, donde se reúne nuevamente con Enrico Mauroceni. Allí tiene lugar una reunión tensa y sibilina entre ambos, en la que mi señora maga intenta insinuar que no es hechicera ni pertenece a la Orden de Hermes, cosa que el señor Mauroceni no se toma nada a bien. En vistas de esto, mi señora opta por un enfoque distinto: insinúa, sin decir explícitamente, que si bien dispone de las capacidades necesarias para la tarea, esto es afirma implícitamente que efectivamente es maga, la Orden de Hermes no permite que sus miembros organicen negocios con aquellos que no son miembros. Mauroceni, entendiendo las insinuaciones de mi señora, le comunica que en ese caso no puede encargarles la caza del asesino del futuro Emperador pero que, si este nefando plan fuera desbaratado por ellos por propia iniciativa, bien podría la fortuna favorecer a sus negocios comerciales. También, añade, respondería sin duda a cualquier alerta que un ciudadano privado hiciera llegar a su hijo, Alessandro Mauroceni, referente a la necesidad de soldados que debieran estar prestos en algún punto de la ciudad para defender al Emperador o arrestar a quienquiera que pretendiera atentar contra él.

Esa misma tarde se reúne mi señora con el muy noble magus Hyperides Hylas, a quien solicita su ayuda para identificar la naturaleza de la sensación de ira que embargara a Theoclymenus en la balconada del domo de Haghia Sophia. Acuden por tanto ambos al Hipódromo, guiados por el sicario y contando con el guía Khalid y los grogs Pholo y Genesio para servirles y defenderles. Mis señores presencian la primera de las justas que se están celebrando en el Hipódromo, en la que el enorme e imponente clérigo Aleaumes de Clari se enfrenta al caballero Lambert de Sammaçolles derrotándole, a pie tras dejarse descabalgar, de un solo golpe de su espadón que parte el escudo del caballero y rompe sin duda alguna su brazo. Tras presenciar esa gesta, mis señores son conducidos por Theoclymenus al pasaje subterráneo por el que alcanzan la balaustrada en lo alto del domo de la nave central de la catedral de Haghia Sophia. Tras un desafortunado incidente que exhausta las fuerzas de mi sabio señor Hyperides Hylas, y del que no hablaré en más detalle habida cabida de su ausencia de importancia, mis doctos señores determinan que la naturaleza del efecto reside en la presencia de un aura infernal en ese punto de la balaustrada, que exacerba los sentimientos de ira y agresión, y cuyo origen, aunque desconocido, no parece guardar relación alguna con los asesinos musulmanes ni con el entuerto que les ocupa. Retornan pues satisfechos mis señores al Palacio de Nikerites, no sin antes descubrir la presencia de un regio en el Hipódromo, cuyo acceso a pesar de no lograr franquearse parece estar relacionado con la Columna de las Serpientes, una columna de bronce con tres serpientes entrelazadas y una estatua de Apolo en lo alto, situada en la franja central del Hipódromo.

Al siguiente día, el decimocuarto del mes, Theoclymenus mantiene vigilancia sobre la mezquita de Mezar ’Eba’h desde el amanecer hasta la caída del sol, pero sin avistar a ninguno de los dos asesinos.

Al otro día, ya el decimoquinto del mes, y alarmados por no haberse visto a Dawud abandonar la mezquita, mi señora arriesga una visita al imán, que le confirma que los dos extranjeros partieron dos días atrás del lugar, sin indicarle a donde se dirigían. Sí inquirió sin embargo el llamado Ridwan respecto a los oficios del vigésimo quinto día, el de la coronación, en una forma tal que hiciera sospechar al imán que planeaba presentarse a los rezos matutinos.

Demostrando una vez más su gran estatura intelectual, mis señores envían a Theoclymenus a vigilar los campos donde trabajara Dawud, encontrando allí al infame. Tras vigilarlo a la distancia, le sigue al acabar su jornada de trabajo, pudiendo observar con gran sorpresa que el infiel accede, sin impedimento de los guardias que en su lugar le saludan de forma natural, al palacio del muy noble Geoffroy de Merry, co-regente imperial hasta la coronación del nuevo Emperador.

Prestamente se reúne mi señora con Alessandro Mauroceni, el hijo de Enrico, que la recibe acompañado de un tal Carlo Aggrinio, hombre de confianza de su padre. Allí le hacen entrega de un sello para que pueda enviarles una misiva si fuera menester, y pueda con él identificar dicha misiva como genuina, y a la vez renuevan las garantías de que podrá disponer de hombre de armas si estos fueran necesarios para detener el complot. En un momento privado, el joven Mauroceni informa a mi señora que le placería sobremanera que se llevara a cabo un acto violento y directo contra los conjurados durante el cual muriera el regente de Merry, y del cual su padre no necesitaría estar al corriente. Mi señora marcha prudentemente sin darle una respuesta concreta en un sentido u otro, pero sin tampoco despertar su suspicacia.

En donde se refieren las indagaciones del muy santo padre Simón Ristopoullos, y como estas afectaran a las labores de mi señora Thubayta Al-Shafiyya

Siendo el decimosexto día del mes de marzo del Año del Señor de MCCXXI, y mientras mis señores llevaban a cabo las pesquisas y labores que arriba relatara, el muy santo y pío padre Simón Ristopoullos no quedara cruzado de brazos e indulgente en sus labores sino que, recordando vivamente la promesa que hiciera el pasado agosto al padre Scopas Dariopoulos en su visita a Selymbria, dirígese finalmente al lugar que el sacerdote de allá le indicara como la casa a la que acudía en ocasiones el muy noble señor Aindreas Eiredopoios.

Una vez en el lugar, y viendo que se trata de una tienda de curtidores como tantas otras en la misma calle, el pío padre Simón habla con el propietario, un hombre en la treintena avanzada llamado Achaeos Damiskopoulos. Este le relata que su padre Damiskos murió durante el saqueo de Constantinopla, en el Año del Señor de MCCIV, a manos de un noble franco. Tras algunas indagaciones, el noble sacerdote logra que Achaeos le confíe la historia de esa tragedia. Según su relato, durante el terrible saqueo de la Ciudad Imperial su familia se refugió en su casa, como tantos otros griegos de bien corazón intentando escapar de las atrocidades de los perros invasores. Un grupo de soldados francos entró en las casas de la calle, dirigidos por un mal llamado caballero, irrumpiendo en las viviendas y llevándose cuanto quisieron. Su casa no se libró de este innoble trato y ese que se hace llamar caballero, un vil ladrón y asesino, quiso saciar su lujuria con la madre de Achaeos, una mujer llamada Demetria. El otro hijo de esta y hermano de Achaeos, Alexandros, intentó impedirlo agrediendo al franco, y el supuesto caballero lo mató allí mismo. Su padre Damiskos, presa de la desesperación y la rabia, se revolvió y el invasor lo mató a él también. Tras estos actos viles, el lujurioso extranjero tomó a la madre Demetria e hizo con ella a su placer, para desesperación de Achaeos. Después de aquello su madre vivió aún algunos años, aunque con su espíritu mermado, hasta morir por un mal invierno hace algo más de dos años.

El padre Simón, sospechando que Demetria pudiera ser la amante del desaparecido señor Aindreas, y que Alexandros pudiera ser su bastardo, indaga algo más en las edades de los implicados. El curtidor Achaeos le explica que su hermano tendría una veintena de años cuando todo esto sucedió, y él mismo un par menos, que su padre Damiskos murió con cuarenta y tantos, y que su madre Demetria tendría tal vez cinco años menos que su padre, y murió con alrededor de unos cincuenta, o tal vez alguno más o tal vez alguno menos.

Achaeos expresa un gran pesar por no haber tenido el mismo valor que su hermano para intervenir en defensa de su madre, mostrando una gran congoja por su cobardía. Achaca su amilanamiento a la preocupación que le embargaba por la que era entonces su prometida, que afortunadamente no se encontraba con ellos en aquel momento, y a una naturaleza algo apocada que heredara de su difunto padre Damiskos, y que su hermano Alexandros, siempre aguerrido y decidido, no compartía.

El curtidor parece reacio a revelar la identidad del asesino y violador, pero el padre Simón percibe que oculta algo y le exhorta a descargar su culpa y aliviar su carga mediante la confesión. Finalmente, Achaeos cede ante la culpa, y desvela al santo varón bajo secreto de confesión la identidad del franco: se trata del señor Geoffroy de Merry, actual co-regente imperial. Abiertas ahora las puertas de su conciencia, el artesano responde con visible alivio a las preguntas del padre Simón, explicándole varios hechos que este considera relevantes para sus pesquisas, a saber: que el señor Aindreas Eiredopoios siempre fuera bueno con su familia, y les visitaba con relativa frecuencia, tal vez un par de veces al año, ayudándoles con dinero y mostrando siempre interés por su madre Demetria y su hermano Alexandros; que sus padres Damiskos y Demetria se casaron justo antes de que naciera su hermano mayor Alexandros, unos veinte años antes del saqueo; que poco después de aquella trágica desgracia les visitara el señor Aindreas Eiredopoios, preguntándole por lo que sucedió y hablando largo y tendido con su madre Demetria en privado, tras lo que marchó montado en cólera con gran rabia y mucha furia; que algo menos de un año después les visitara el señor Sanartemides Eiredopoios, preguntándole también por lo sucedido y hablando también con su madre Demetria en privado, tras lo que marchó dejándoles una importante suma de dinero como ayuda; que poco después de aquello les empezó a visitar el señor de Merry una vez cada mes o dos, siempre para encargarles un jubón de poco valor, y en su opinión con la única y cruel intención de causarle dolor a su madre al forzarla a estar en su presencia; que desde aquella primera visita el señor Sanartemides les ha visitado ocasionalmente, siempre haciéndoles encargos que pagaba con extrema generosidad, y sin cuya ayuda probablemente no hubieran podido reconstruir la curtiduría y sobrevivir, mencionando en alguna ocasión que se estaba limitando a respetar la obra de su padre. También cree entender el padre Simón que Achaeos no sentía más que resentimiento por el desaparecido señor Aindreas, y que probablemente piensa que este mantenía una relación adúltera con su madre Demetria. También piensa el padre Simón que Achaeos atribuye la generosidad del señor Sanartemides a algún vago sentimiento de culpa por la relación que el padre de este tenía con la madre del curtidor, pero que siente un cierto agradecimiento hacia él.

Tras todas estas pesquisas, y con algunas teorías rondando su cabeza, el padre Simón se dirige a la iglesia donde se casaran los padres del curtidor, Damiskos y Demetria. Allí el párroco de la iglesia le presenta el registro del matrimonio, que afortunadamente sobrevivió al incendio y el saqueo de la ciudad, y donde se refleja que su boda tuviera lugar a finales de septiembre del año de coronación del Emperador Isaac II Ángelos, que correspondería al Año de Gracia de MCLXXXV. El padre visita a continuación el cementerio para ver la tumba de Demetria, marcada por una lápida de piedra con el símbolo de una rosa y adornada con algunas rosas recientes. Al preguntar por las rosas, el párroco hace saber al padre Simón que el señor Theodoros Branas visita la tumba con una cierta regularidad, dejando siempre allí un ramo de flores.

Mientras tanto, mi señora Thubayta Bint Al-Hasan Al-Halqa Al-Shafiyya Ex Miscellanea encarga a su siervo Khalid que mantenga una discreta vigilancia sobre el palacio del co-regente Geoffroy de Merry, en espera de que los asesinos árabes se muestren. Durante dos días, el decimosexto y el decimoséptimo del mes, Khalid no ve nada digno de seña en las inmediaciones del palacio. Pero al tercer día, el decimoctavo del mes, algo ocurre que atrae su atención: una mujer embozada sale de las puertas del palacio y Nychta, el cuervo que siempre acompaña al guía árabe, le hace saber que se trata de uno de los djinn que vio en el patio de la mezquita de Mezar ’Eba’h.

Khalid decide seguir a la mujer mientras Nychta se dirige al palacio de Nikerites a avisar a mi señora Thubayta. La mujer se dirige a una de las partes más peligrosas de la ciudad, un arrabal de mala reputación que tan solo alberga asesinos, meretrices y gente de mal vivir. Una vez allí entra en una casa de mala reputación de esas en que se sirven bebidas y otros placeres pecaminosos cuya naturaleza degrada a los hombres y apela a sus más bajos instintos. Ya dentro del lugar la mujer habla con el propietario, que parece en un primer momento reticente y desconfiado. Se presenta con el nombre de Wahhabba y le insta sutilmente a que la invite a interpretar algo de música y unos bailes para la concurrencia. El hombre accede un tanto de mala gana, y ella empieza a mostrarse más insinuante y provocativa con él, que cae inmediatamente presa de sus encantos. Tan grande parece ser su poder de persuasión que, incluso cuando la esposa del propietario se acerca con mal semblante, ella se gana rápidamente su confianza y, incluso parecería, su afecto.

Khalid, alarmado ante lo que está viendo por su prudencia y las experiencias vividas, se retira inmediatamente del lugar mientras la mujer se está subiendo a una mesa y quitándose el embozo para revelar a una menuda muchacha de gran atractivo y escasamente vestida, exhortando a la multitud y preguntándoles si desean que toque algo para ellos. Ya desde fuera, el guía árabe puede oír como el sonido de la música de una kemençe impregna el aire desde el establecimiento, elevándose por encima de la algarabía creciente de los parroquianos. Mientras espera fuera, Khalid observa que algunas personas que caminan por la calle dando la impresión de dirigirse hacia la puerta del establecimiento parecen cambiar de opinión al acercarse, alejándose caminando como si hubieran decidido de pronto hacer otra cosa. Mientras tanto dentro el escándalo de la juerga crece paulatinamente, hasta convertirse en alaridos y sonidos de violencia. Poco después, el silencio sustituye a los ruidos, y Khalid decide arriesgar una rápida mirada. Entreabre la puerta, y se asoma para presenciar una sangrienta escena de carnicería: todos los parroquianos se encuentran muertos, tirados por el suelo entre claras señales de una enorme pelea, como si hubieran entrado en un frenesí asesino y se hubieran matado unos a otros. Y en medio de la carnicería, encogida sobre uno de los cadáveres, puede ver la figura de la menuda mujer, cubierta de sangre pero aparentemente ilesa, desarrollando algún tipo de actividad que el árabe no se atreve a observar lo suficientemente en detalle como para poder discernir con claridad.

Aterrorizado, Khalid huye del lugar volviendo al palacio de Nikerites junto a su ama, donde la informa de todo lo acontecido y le hace saber que, en su opinión, la muchacha no es humana si no una criatura perteneciente al Reino Faérico. Mi sabia señora consulta con gentes con mayores conocimientos de estas criaturas, llegando finalmente a la conclusión de que probablemente se trate de una ghula de la variante creada al morir una prostituta, un tipo de djinni que se alimentan de la lujuria y los cadáveres de los hombres enardecidos por las pasiones de la carne, pertenecientes a alguna de las tribus que rechazan el Islam.

Ante todo esto, mis señores resuelven que necesitarán entrevistarse con el co-regente imperial Theodoros Branas, tanto para solicitar su ayuda ante esta conspiración como para indagar en más detalle respecto a la muerte del señor Aindreas Eiredopoios, y que para ello lo mejor sin duda será acudir al señor Enrico Mauroceni y solicitarle que intente arreglar este encuentro.

En donde se detalla la reunión de mis señores con Theodoros Branas y la solución al problema de los Nizari Isma’ili

Siendo el decimoctavo día del mes de marzo del Año de la Encarnación de MCCXXI mi muy noble señora Thubayta Bint Al-Hasan Al-Halqa Al-Shafiyya Ex Miscellanea se reúne con Alessandro Mauroceni, hijo del veneciano Enrico Mauroceni, y con el hombre de confianza del segundo, Carlo Aggrinio, para solicitar una entrevista con Su Alteza Imperial, el co-regente Theodoros Branas, con objeto de comunicarle la conspiración del co-regente Geoffroy de Merry y también de averiguar si fuera posible alguna cosa más sobre los extraños sucesos que rodean la desaparición del muy noble Aindreas Eiredopoios. Tras una breve conversación, y al exponer su intención de revelar al señor Branas la conspiración del señor de Merry, se reúnen con el padre, Enrico Mauroceni, y acuerdan que este concertará la entrevista con el dignatario a la mayor brevedad posible. Esa misma tarde, Aggrinio hace a mis señores llegar una misiva de su señor Enrico informándoles que el co-regente imperial Branas les ha concedido entrevista para el día siguiente, el decimonoveno del mes de marzo. Tanta prontitud es sorprendente tratándose de alguien de tan elevada posición como el co-regente imperial Theodoros Branas, cosa que atrae la atención de mi señora causándole una cierta alarma.

Al día siguiente, decimonoveno del mes, acude mi señora a la entrevista en compañía del muy santo padre Simón Ristopoullos y del siempre prudente chambelán Sofronios Diacheiristés, que les instruye previamente en las múltiples complejidades del protocolo imperial de palacio y la etiqueta de comportamiento adecuada para tan fausta ocasión, y les informa que el señor Branas es un hombre de gran piedad en la fe Ortodoxa. En la entrevista les recibe no tan solo el co-regente imperial Branas sino también su esposa, la viuda imperial Anna de Francia, que prudentemente no participa en demasía en las conversaciones, aunque parece mostrarse divertida por la torpeza de mis señores en los aspectos relacionados con el protocolo de la corte.

Mis señores le exponen los entresijos de la conspiración del co-regente imperial de Merry tras ser introducidos por Enrico Mauroceni, y Su Alteza Imperial les realiza diversas preguntas sobre la naturaleza de la amenaza y las posibles formas de proteger al futuro Emperador Robert de Courtenay durante la ceremonia de coronación. Aunque mi señora Thubayta, haciendo gala de una gran prudencia, enmascara la naturaleza mística del ataque de los Nizari Isma’ili bajo el pretexto del uso por parte de estos de algún tipo de veneno de contacto, el co-regente imperial Branas da la impresión de entender la verdadera naturaleza subyacente de la amenaza, convenientemente oculta bajo el prudente velo de alegorías que teje mi señora.

Tras deliberar respecto a la delicada situación, Mauroceni y Branas convienen que lo más prudente será que mis señores preparen una emboscada a los asesinos Nizari Isma’ili la mañana de la coronación cuando se dirijan a la mezquita de Mezar ’Eba’h, de la que de todas formas mi señora no habla ni al señor Mauroceni ni a Su Alteza Imperial Branas. Armados de una prudencia adicional se decide también proveer al futuro Emperador Robert de alguna reliquia de entre las que restan aún en Haghia Sophia, oculta entre las ropas ceremoniales para que la gracia de Nuestro Señor le proteja de las hechicerías impuras de los asesinos musulmanes, para el caso de que la emboscada no concluya con éxito.

A sabiendas de que la voluntad del Altísimo protegerá al Emperador de brujerías impías una vez haya sido coronado, resulta ahora evidente la culpabilidad del co-regente de Merry en la forma en que hizo modificar el protocolo de la ceremonia. Según explica Su Alteza Imperial Theodoros Branas, de Merry hizo adelantar el besamanos que normalmente tendría lugar tras la ceremonia de coronación, de tal forma que él y sus invitados besen la mano de Robert de Courtenay antes de que sea ungido Emperador. Menciona así mismo que entre los acompañantes del co-regente de Merry se encuentra un individuo extranjero al que el co-regente Branas no ha visto jamás anteriormente, y cuya descripción parece coincidir con la del Nizari Isma’ili conocido como Ridwan.

Tras discutir estos asuntos, el regente Branas y el señor Mauroceni comentan entre ellos la posibilidad de que el actual podestá veneciano Jacopo Tiepolo deba abandonar el cargo en un futuro cercano para atender a mayores intereses políticos en la Serenísima República. Ambos coinciden en que es extremamente probable que Tiepolo marche pronto hacia Venecia, y en la necesidad de elegir un nuevo podestá tan pronto esto ocurra. Aunque Branas deja bien claro que él no tiene influencia en los asuntos internos de los ciudadanos de la Serenísima República, ambos convienen en que es un asunto de capital importancia para el Imperio Latino, y el co-regente Branas garantiza a Mauroceni que no olvidará la ayuda que le ha prestado al advertirle del intento de asesinato del futuro Emperador.

Cuando el regente Branas da por finalizada la reunión y mis señores se encuentran ya dispuestos a retirarse, el dignatario les conmina a quedarse con él y su esposa un tiempo más para tomar un té, dando antes permiso al señor Enrico Mauroceni y sus acompañantes para que se retiren, cosa que molesta visiblemente al Mauroceni. Ya solos, y tras hacer marchar a los soldados, el co-regente imperial pregunta a mi señora por el otro asunto que deseaban tratar, el de la desaparición del señor Aindreas Eiredopoios y los sucesos que rodearon la muerte del curtidor Damiskos a manos de Geoffroy de Merry. El muy santo padre Simón expone al Branas los motivos de sus pesquisas, esto es, la promesa que realizó al padre Scopas Dariopoulos de Selymbria, así como las cosas que ha averiguado tras hablar con el curtidor Achaeos Damiskopoulos.

La esposa de Branas, Anna de Francia, interviene en este punto, y narra al padre Simón la trágica historia de la mujer Demetria, la esposa del curtidor. Según narra la viuda imperial, la mujer había sido una amiga de su infancia en los tiempos en que se encontraba casada con el Emperador Andrónikos I Comneno el Cruel, siendo en aquella época su confidente y solaz ante la crueldad intolerable de su esposo, pero también amante de dicho emperador.

Tras la muerte de Andrónikos en el Año del Señor de MCLXXXV, el padre de Theodoros Branas, el general Alexios Branas, tomó a la amante de este y confidente de Anna bajo su protección junto con su hijo recién nacido, Alexandros. Alexios escondió a ambos con la ayuda de uno de sus vasallos, Aindreas Eiredopoios, que encargó a un curtidor de su confianza, Damiskos, que la tomara por esposa y para así mantenerla oculta. Según Theodoros Branas, el motivo principal por el que su padre decidió ocultarlos fue la condición de Alexandros de porfirogénito, es decir que había nacido en el púrpura, lo que le otorgaba grandes posibilidades de llegar a aspirar al trono en un futuro. Tras la muerte de su padre al año siguiente al rebelarse contra el nuevo emperador, Theodoros siguió manteniéndolos ocultos a través el señor Eiredopoios.

Durante el saqueo de la capital imperial en el Año de la Encarnación de MCCIV Geoffroy de Merry mancilló la honra de Demetria y mató a Alexandros Porfirogénito sin ser consciente de quienes eran. Cuando el señor Aindreas Eiredopoios, que había tomado un gran cariño por Alexandros y cuidaba de su bienestar como si fuera un hijo suyo, descubrió lo sucedido montó en cólera y se enfrentó al señor de Merry, con funestas consecuencias. Al año siguiente su hijo Sanartemides acudió a la capital e indagó sobre el paradero de su padre, descubriendo lo que había sucedido. Por desgracia como resultado de sus pesquisas el señor de Merry averiguó la identidad de Demetria y, siendo en palabras de Anna de Francia “un hombre cruel que toma gran regocijo del tormento ajeno”, además de un enconado y acérrimo enemigo de su esposo Theodoros, decidió agraviar a Anna, y a través de ella a su esposo, causándole congoja a Demetria con sus frecuentes visitas.

Al acabar la reunión, Su Alteza Imperial Theodoros comparte con mis señores su opinión de que es mejor que estos asuntos, ahora ya irrelevantes tras la muerte de madre e hijo, permanezcan secretos para evitar mayores pesares que no ayudarían a nadie. También afirma que tiene plena confianza en que la justicia del Señor verá que el culpable reciba su justo castigo, e insinúa que la información que mis señores le han proporcionado será el instrumento del Señor para que él mismo ejecute este castigo. Anna de Francia por su parte agradece al padre Simón su preocupación por el destino de la que fuera una de las pocas amigas que tuvo en su niñez, le asegura que el señor Aindreas recibió cristiana aunque anónima sepultura una vez encontraron su cuerpo, y le garantiza que su puerta estará siempre abierta en caso de que necesite alguna cosa de ella o de su marido.

Finalmente llegado el día de la coronación, el vigésimo quinto del mes de marzo, reciben esa misma madrugada mis señores una visita en la alianza de Ourobóros mientras se preparan para partir hacia la emboscada. El arché Teodoreto Criamonistes filius Rayan se presenta acompañado de Wilrich Flambonistes filius Thormod y otros dos magi de la alianza de Mikaelos Pinakion, el Quaesitor Kyrillos Jerbitonistes filius Helena y el genovés Georgios Jerbitonistes filius Zacharias, operando todos ellos en condición temporal de hoplites para apoyar a mis señores en su cacería del mago árabe invasor. Juntamente con mi señora Thubayta, el arché y los hoplites, se une también a la cacería mi muy sabio señor Hyperides Hylas Verditistes filius Euxodia, el siempre pío padre Simón, el guía árabe Khalid y varios grogs encargados de proteger a mi señor Hyperidas y mi señora Thubayta.

Poco antes del amanecer se encuentra el grupo entero apostado en el Puente de San Mikaelos Maleinos en espera de la llegada de los árabes, cuyo avance vigila Khalid, alertando a mis señores cuando se aproximan al puente mediante su leal cuervo Nychta. Una vez llegan al puente los dos árabes, pueden apreciar mis señores que van acompañados por una mujer joven y un hombre de gran tamaño, ambos embozados. Determinan mis sabios señores que se trata de dos de los djinn de Ridwan corporeizados, siendo sin duda la muchacha la ghula llamada Wahhabba, mientras que el tercer djinni, aquel que semeja un guerrero árabe, les acompaña en forma espiritual.

Tan pronto los asesinos y sus acompañantes se encuentran dentro del puente, avanzando de uno de los portones al otro, mi señor Hyperides Hylas lanza sobre el puente el aroma del sueño apacible, un poderoso hechizo que hace caer inmediatamente en un plácido sueño a todos cuantos están en el puente, a excepción del djinni inmaterial y el que está manifestado corpóreamente como un hombre de gran tamaño. Inmediatamente los hoplites Wilrich y Kyrillos arrojan sendos pilums de fuego sobre este último, pero no logran alcanzarlo antes de que aferre al hechicero Ridwan y una botellita que este porta al cinto, desapareciendo ambos al instante de forma portentosa. Los hoplites, queriendo sin duda asegurar la victoria, impelen otros dos pilums ardientes sobre Wahhabba, incinerándola por completo. Mientras tanto, el cuervo Nychta parte en persecución del djinni inmaterial, que ha emprendido la huida volando por los aires propulsado por un seco viento del desierto que no sopla sin embargo en el mundo material.

Mis señores, tras tan rotunda victoria, apresan al Nizari Isma’ili restante, aquel conocido como Dawud, y comprueban que la ghula no ha dejado cadáver tras de sí, aunque si encuentran su kemençe que contiene dos peones de vis de Mentem, y que queda temporalmente bajo custodia del arché Teodoreto para presentarlo en el inminente Tribunal, aunque tanto el arché como el Quaesitor Kyrillos no expresan duda alguna de que dicha vis corresponde a mis señores Hyperides y Thubayta. También afirman no tener duda alguna de que los hoplites serán recompensados con un psephos cada uno, y mis señores con dos psephos cada uno, por los servicios prestados al Tribunal en la detección, cacería y destrucción de la amenaza árabe.

Al cabo de unas horas, el cuervo del guía Khalid regresa, informando que ha perseguido al djinni hasta que este ha emprendido viaje más allá de las murallas de la Sagrada Constantinopla y en dirección al Mar de Mármara, sin duda escapando de vuelta a sus tierras natales. De todo ello infieren mis señores que el peligro ha pasado y que Ridwan, aunque huido, ha vuelto sin duda a su hogar, derrotado y seguro de no volver ya a acabar su nefando encargo.

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