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Viaje a Tesalónica

Volver a los anales de la alianza

En donde se narra el viaje de la Maia y la Celeno a Tesalónica, Atenas y más allá

Referiré ahora lo que aconteciera durante el viaje de las nefs Maia y Celeno hacia Tesalónica y Atenas, así como los sucesos que derivaron de dichos viajes, eventos todos ellos que ocurrieran anteriormente a los portentos que se han narrado ya, pero de los cuales no tuviera noticia hasta el regreso de mis señores magi desde el Tribunal de Tebas, en la isla de Delos. Deberá pues el lector ejercitar su intelecto y realizar un salto hacia atrás en esta narración hasta el mes de febrero, en el que se desencadenaran los hechos que aquí se relatarán.

Siendo el día decimonoveno del mes de febrero del Año de la Anunciación de MCCXXI, y con grandes prisas por rebasar el estrecho del Hellesponte antes del amanecer del vigésimo segundo día del mes, fecha en la que maese Kóstas Allectoros o Émporos piensa que pueda arribar al estrecho la flota del Imperio de Nicea que, según ha oído, avanza en dirección norte por la costa occidental de las Tróadas con intención de tomar las fortificaciones que controlan ambos extremos del Hellesponte, bloqueando así el paso del Mar del Mármara al Mar Egeo. Parten por tanto conjuntamente y con prontitud la Maia y la Celeno, dirigido el convoy por el capitán de la Maia, maese Aischrion Misitós, que en las lenguas latinas fuera Aischrion el Odioso, así conocido por su fuerte carácter y lo vulgar de su forma de expresarse. A bordo de la Maia se encuentran maese Allectoros junto con mi señor el magus Eric d’Ancelin seguidor de Criamon custodiado por los grogs Genesio y Frankoulio, además del capitán maese Aischrion Misitós y los siguientes marinos: el carpintero Clinias Nafpigós, el médico Nastes Giatrós, los hermanos cretenses Hermeias y Teuthras Kritikós y Megakles Akólastos, el libertino. A bordo de la Celeno se encuentra el capitán maese Mikaelos Psilós el Alto, junto con los marinos Iakob, Terentos, Zenon, Ioakeim y Tryphon.

Durante el trayecto a través del Mármara, cabotando a lo largo de la costa norte, el capitán Aischrion decide que las naves navegarán también durante las noches, aunque a una velocidad grandemente reducida, para acortar así el tiempo estimado de tres días hasta cruzar el Hellesponte. Es esta una maniobra arriesgada, por el peligro de embarrancar en escollos o arrecifes por falta de visibilidad, especialmente dado que la luna es prácticamente nueva, pero mi muy poderoso señor el magus Eric d’Ancelin imparte en el grog Genesio la capacidad de poder ver en la oscuridad, ayudando así en gran medida a la empresa. Gracias a esta ayuda mística de mi señor, y a la profunda experiencia de los capitanes Aischrion y Mikaelos, las naves alcanzan el Hellesponte a primera hora del día vigésimo primero, abandonando a mediodía los estrechos para adentrarse en el Mar Egeo, tras haber pagado en las fortalezas de ambos extremos del Hellesponte las tasas de aduana para navegar a su través.

No queriendo arriesgarse a que la flota de Nicea alcance el Hellesponte mientras se encuentran allí detenidos, el capitán Aischrion decide partir de inmediato. Considerando la guerra entre el Despotado de Epiro y el Reino de Tesalónica, y las noticias recientes que parecen indicar que buena parte de Macedonia y la práctica totalidad de Tesalia se encuentran bajo el control de Epiro, mis señores determinan que podría ser bastante peligroso cabotar a lo largo de la costa de Macedonia, a pesar de que no se cree que haya una flota de Epiro en el Mar Egeo.

Es por ello que, tras deliberar los capitanes con mis señores d’Ancelin y Allectoros, deciden arriesgar una ruta algo más peligrosa, cruzando el Egeo de isla en isla hasta alcanzar la península del Monte Athos. Se establece por tanto con presteza rumbo hacia la cercana isla de Imbros, donde dicen las leyendas que se encuentra el establo sumergidos de Pegaso, el caballo alado hijo del dios Poseidón. Unas horas más tarde las nefs alcanzan Imbros y, debido a que aún quedan algunas horas de luz y al temor a encontrarse con la flota nicena, prosiguen hacia la cercana isla de Lemnos, que alcanzan justo en el filo del anochecer fondeando en el puerto de Hephaistia, donde deciden pasar la noche.

Con la tripulación exhausta por el enorme esfuerzo de los últimos días, y sabiendo que en la isla se encuentra la alianza de Ingasia, hogar de la mater del muy noble Hyperides Hylas Verditistes, mis señores acuerdan descansar un par de días en puerto mientras el sabio Eric d’Ancelin y maese Allectoros deciden visitar la alianza, hogar del actual primus de Casa Verditius, Stouritus Verditistes. Sin embargo, antes de partir el imprudente marino Megakles ofende a mi noble señor d’Ancelin cuando le hacía llegar recado de maese Allectoros, pues sus maneras vulgares de simple marino no son adecuadas para tratar con un noble caballero, y sus entendederas no son lo suficientemente largas para que se dirija a él correctamente. Sin embargo, mi señor d’Ancelin retiene su cólera y ejerce la prudencia, encargándole al capitán Aischrion que castigue al marino. Cosa que este hace privándole de permiso para bajar a tierra.

Después de este incidente, y tras un paseo de varias horas hasta la ladera del Monte Mosychlos, alcanzan el lugar. Consiste en un conjunto de tres enormes edificios de piedra en la ladera del volcán, donde hablan con el autócrata Theodorus, el cual les obsequia con dos peones de vis de Terram.

Maese Allectoros departe con el autócrata sobre la posibilidad de establecer Lemnos como una parada en la ruta comercial de las nefs de la Casa Allectoros hacia Levante, cosa que parece alegrar sobremanera al autócrata, que les informa que la actual situación de guerra ha sido un aliciente excesivo para la piratería en el Mar Egeo, provocando la desaparición de algunas de las naves que realizaban transportes entre Lemnos y Macedonia y las Tróadas. Acuerdan los prohombres que las nefs de la casa comercial realizarán parada en Hephaistia en su camino hacia Levante para provisionar a Ingasia de diversos materiales provinentes de Constantinopla, y de nuevo en el camino de regreso para vender otros materiales exóticos que estos hayan requerido que les sean traídos desde Tierra Santa.

El autócrata también solicita de mis señores si pueden realizar la entrega de un objeto encantado a la dama Nonna ex Miscellanea de la alianza de Oikos tou Eleos, en Tesalónica, de parte de la maga Bobila Verditistes. Las circunstancias actuales no les habían permitido enviar este objeto, algún tipo de tapiz, tela o ropaje envuelto en arpillera, y pensaban ya que deberían esperar al Tribunal de la próxima primavera para poder entregarlo. Mi señor Allectoros accede, negándose a cobrar por este transporte, con gran agradecimiento del autócrata.

También hablan mis señores con la mater de mi señor Hyperides Hylas, la maga Euxodia Verditistes filia Hydatius. La noble señora, de carácter huraño y disposición arrogante, trata sin embargo a mis señores con buena actitud, aunque tal vez de forma algo seca, y se interesa por su filius, expresando su deseo de verle en el próximo Tribunal. No abandonan mis señores su presencia sin que esta les haga entrega de un peón de vis de Mentem, un obsequio para su antiguo aprendiz.

De vuelta en Hephaistia, mi señor maese Allectoros negocia la compra de una cierta cantidad de hierro de las minas de la isla gracias a los contactos que le ha proporcionado el autócrata de Ingasia, para no realizar de vacío en viaje hasta Tesalónica. Aunque el precio pagado por el mineral es elevado, mi señor estima que la guerra le permitirá venderlo a un precio aún mayor en la capital, pudiéndo sacar un cierto beneficio de un viaje que, de otra forma, sería completamente improductivo.

Es ya al amanecer del vigésimo quinto día del mes cuando las dos nefs parten de Hephaistia con la primera marea, rumbo a la península del Monte Athos. Tras dos días de navegación en mar abierto, finalmente se avista una costa boscosa y montañosa cerca del anochecer del vigésimo sexto día, y las nefs fondean junto a la costa poco antes de que se ponga el sol. A la lejanía, a escasa distancia del cabo junto al que han fondeado las naves, se avista un pequeño pueblecito pesquero en una cala, poco visible desde este punto de la costa.

Durante el transcurso de la noche, avanzada ya la hora, los vigías avistan grandes luces oscilantes provinentes de la costa, lo que parece un incendio en el bosque. Despertando a mis señores, el muy sabio maese Eric d’Ancelin hace uso de las dotes místicas de su Don para apercibir con mayor claridad lo que sucede viendo una gran actividad en el pueblo, donde los hombres forman una cadena humana para llevar cubos con agua desde la playa hacia el interior del bosque.

Tras una breve deliberación con los capitanes, mi señor decide haciendo gala de su extrema generosidad ayudar a los habitantes del lugar, y usa de sus artes arcanas para alcanzar de inmediato las aguas justo frente a la costa en tal forma que el ojo mundano no pueda percibir su presencia. Una vez allí, alzándose entre las suaves olas de la playa frente al pueblo, comanda los vientos bajo su voluntad para que soplen favorablemente, alejando las llamas de la población. Tras rescatar de esta manera el pueblo, vuelve mi señor a bordo de la nef de igual manera a como la abandonó.

Desde las naves pueden ver mis señores como el incendio se aplaca durante las siguientes horas mientras los habitantes del poblado pesquero van finalizando sus labores de contención. Poco antes de romper el alba, con el fuego ya extinguido, los hombres y mujeres del poblado parecen haberse reunido ya en la playa, fletando tres pequeños esquifes con los que se dirigen hacia la Maia y la Celeno. Se aproximan los esquifes hasta las nefs, conteniendo principalmente mujeres del poblado y un par de hombres por embarcación para manejar los remos. Una vez junto a las nefs las mujeres agradecen su ayuda a los marinos para sofocar el fuego, ante la sorpresa de mis señores ya que maese d’Ancelin está convencido de que no debieran saber de su participación en el asunto. Como muestra de agradecimiento ofrecen a mis señores un banquete en su honor en el pueblo y mis señores, tras deliberar, deciden aceptar la oferta, no sin una cierta reticencia.

Los pescadores conducen a mis señores hasta la costa en los esquifes, y una vez allí les agasajan con un festín abundante. Observan mis señores Allectoros y d’Ancelin que, aunque los hombres visten con ropas de marino o pescador bastante ajadas por el tiempo y la intemperie, como sería de esperar, las mujeres visten en cambio ropajes de excelente calidad y corte clásico, lujuriosamente provocativas para los estándares de la edad moderna. Así mismo, los hombres parecen callados y sometidos a los dictados de las mujeres del pueblo, mostrando escasa iniciativa propia y limitándose a seguir las indicaciones de sus mujeres.

Les presentan a quien parece ser la señora del lugar, que se presenta curiosamente como si fuera una reina, dando el nombre de Neaera. Mientras algunos de los marinos encuentran solaz y desahogo en los cálidos brazos de las promiscuas mujeres del poblado, mi señor d’Ancelin se reúne con la reina Neaera, con quien mantiene una culta conversación. Sospechando de la naturaleza faérica del lugar y sus habitantes, mi señor responde a la oferta de la dama de recompensarles por auxiliarlas con aquello que deseen contestando que lo único que desea a cambio de su ayuda es seguir su camino en paz.

La dama accede, no sin algún reparo, y los marinos se encuentran de repente en medio del bosque, al amanecer, sin rastro alguno del poblado o sus habitantes. Tras volver a los navíos determinan que se encuentran frente a las costas de la península del Monte Athos, una península sagrada cercana a Tesalónica y habitada exclusivamente por santas comunidades de monjes ortodoxos. Embarcan prontamente y prosiguen camino, arribando al puerto de Tesalónica antes del mediodía del vigésimo séptimo día del mes de febrero.

Una vez en la ciudad, fuertemente guarnecida a causa de la invasión del Despotado de Epiro, mis señores Kóstas Allectoros y Eric d’Ancelin acuden al palacio en busca de la maga Nonna ex Miscellanea de la alianza de Oikos tou Eleos. Una vez allí se reúnen con ella, que tiene su laboratorio allí junto a su hermana Nereida ex Miscellanea, haciéndole entrega del envío de la maga Bobila Verditistes, que resulta ser un nutrido conjunto de vendas.

Se entrevistan también con Anna Psellus Jerbitonistes, que reside en un pequeño convento de monjas en la ciudad que dirige junto a su hermana Theocarista Psellus Jerbitonistes. La muy pía maga Anna Psellus se muestra interesada por la historia del encuentro con la reina Neaera, y les hace saber que hace tiempo que intentan darle caza. Según parece, se trata de un regio faérico que ha sido la causa de la ruina de más de un navío mercante en la región además de ser una molestia constante para los monjes de Athos, y solicita a mis señores ayuda para encontrar de nuevo el regio y acabar con sus habitantes. Mi prudente señor Eric d’Ancelin considera sin embargo que violaría la hospitalidad de la reina Neaera al ayudar a la pía maga, además de violar flagrantemente el Código de Hermes al molestar a los faéricos, y declina la petición con no poco tacto, asegurando que no podría ser de ayuda para localizar el emplazamiento.

Departen no obstante amigablemente sobre el incipiente Tribunal que tendrá lugar en primavera, conversación durante la cual la madre superiora Psellus expresa su decepción por la oposición del Tribunal en ayudar a la causa del Reino de Tesalónica, al borde del sometimiento al déspota Teodoro I Comnenos de Epiro. Mi señor d’Ancelin la convence de que su presencia en el Tribunal podría ayudar a su causa, y la hermana Psellus decide finalmente acudir al Tribunal.

También menciona la maga Psellus durante estas conversaciones las circunstancias de la muerte del Emperador Henri de Flandes en el año de Nuestro Señor de MCCXVI, así como la historia del Reino de Tesalónica. Según relata la santa maga, el Reino de Tesalónica fue fundado por Boniface de Montferrat después de que perdiera su apuesta para convertirse en Emperador Latino ante Baudouin I. Boniface se casó con Margit de Hungría, viuda del Emperador Isaac II Angelos, y casó a su hija Agnes de Montferrat con el Emperador Henri, pero murió al poco a manos de los búlgaros.

Tras aquello el joven hijo de Boniface, Demetrios, ocupó el trono, pero los barones lombardos lo desaprobaron y constituyeron su propia regencia bajo el liderazgo del Conde Oberto II de Biandrate. El Emperador Henri acudió con un ejército a Tesalónica en el Año de la Encarnación de MCCIX y encerró al Conde de Biandrate, aunque este recibió el perdón tres años más tarde.

Según explica la dama de Tesalónica, hace cinco años el reino se encontraba bajo el ataque del Despotado de Epiro, cuando Biandrate volvió y reclamó la regencia. El Emperador Henri acudió de nuevo a restaurar al heredero legítimo, pero encontró la muerte en misteriosas circunstancias al poco de llegar. La creencia popular atribuye su muerte a un envenenamiento por parte de su esposa María de Bulgaria, pero Anna Psellus afirma que el verdadero responsable fue Biandrate. Según cuenta, contaba Biandrate con la presencia de dos extranjeros de Levante de nombres Ridwan y Dawud, cuyas descripciones coinciden con aquellas de los dos asesinos enviados a Constantinopla para acabar con el futuro Emperador Robert de Courtenay, cuyos hechos ya se han relatado con anterioridad. Biandrate presentó a estos extranjeros al Emperador Henri como parte de su comitiva, y Anna Psellus está convencida que durante este encuentro envenenaron al Emperador, causando su muerte al día siguiente.

Tras aquello, la Reina Margit huyó a Atenas, dejando a su hijo Demetrios detrás, bajo la regencia de Biandrate.

Poco después, mi señor d’Ancelin sigue camino hacia Atenas a bordo de la Celeno, con intención de visitar a su hermano el señor Alban d’Ancelin. La Maia queda en Tesalónica hasta la primavera, donde maese Allectoros negocia con considerable éxito el transporte de algunas mercancías hacia Levante, evitando así en parte las pérdidas de un viaje de vacío.

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